Cristina Jarque o la vocación de servicio a disposición de su pueblo: Santa Cruz de Moya

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Mar, 24/01/2023

Hay un verbo que Cristina Jarque no sabe conjugar: aburrirse. Porque rato libre que tiene, rato que se entrega a hacer posible el desarrollo de su pueblo, Santa Cruz de Moya y de su comarca.

Cristina Jarque rodeada de imágenes de Santa Cruz de Moya.

 

Lo mismo está entretenida con el papeleo de la Cooperativa Serra Turia, donde altruistamente echa una mano para que su pueblo siga siendo conocido por la excelencia de su aceite de oliva, "ayudo en lo que se me necesita, ya sea hacer aceite o enviar unas facturas"; que se encarga de algún trámite de la comunidad de regantes o se pasa por el Ayuntamiento donde ejerce de concejala.

Quizás el hecho de vivir en un pueblo pequeño, 230 habitantes según el padrón del año pasado, la haya empujado a echar una mano en todo lo que sea posible, “aquí somos pocos, si no nos implicamos, difícil salir adelante”. Pero, sin duda, es su espíritu de entrega a los demás el que está presente en este afán. Cristina es el claro ejemplo de lo que es formar parte de un vecindario y estar comprometido con él. 

Cristina Jarque nació en Santa Cruz de Moya, un pueblo colgado en la vega del Turia, que ella vende a las mil maravillas. Uno de los símbolos de este pueblo es su puente, el llamado Puente Nuevo, una parada obligada en el camino de quienes circulan por la carretera del Rincón de Ademuz, y que hasta no hace mucho era el puente de un solo arco más alto de Europa, con una caída de 90 metros de altura. 

El Puente Nuevo de Santa Cruz de Moya.

 

Situado en la Serranía Baja conquense, en los límites con Valencia y Teruel, esta localidad tiene varias aldeas, Las Rinconadas, Higueruelas y La Olmeda, espacios que invitan al paseo y que, sobre todo en verano y en épocas vacacionales como Semana Santa, se repueblan.

“Nuestro principal atractivo es la naturaleza, tenemos montaña y también una vega, la del río Turia, que merecen mucho la pena”, sentencia Cristina, convencida de las posibilidades turísticas de la localidad. Aunque, en su caso, la atracción por su pueblo no es solo turística, sino que está encantada de residir en este municipio, equidistante de Valencia y Cuenca, “estamos a 115 kilómetros de las dos ciudades, a una hora y cuarto de Cuenca y a una hora de Valencia, tengo todo lo que necesito, no me falta de nada”. 

Sobre la despoblación

“No sé por qué la gente no quiere vivir en los pueblos, durante mucho tiempo pedíamos ayudas, pero ahora que hay incentivos fiscales contra la despoblación, tampoco, no sé qué ocurre", reflexiona en voz alta Cristina Jarque, consciente de la dificultad de poner freno a este fenómeno, “yo nací aquí, me he criado aquí y soy feliz aquí, no sé por qué la gente tiene miedo de vivir en un pueblo, más todavía con la facilidad de comunicaciones que tenemos hoy en día”, recalcada esta activa mujer que ahora está al frente de la Oficina de Globalcaja en Talayuelas, a 18 kilómetros de Santa Cruz de Moya, y atiende las corresponsalías de Casillas de Ranera y Campalbo

Madre de dos hijos, de 29 y 16 años, Cristina asegura que posibilidades laborales en la zona rural, las hay. Sin ir más lejos nos habla de su hijo, que hace unos años dejó un trabajo en un taller de Valencia, para retornar a su pueblo y emprender su propia actividad empresarial, con maquinaria de obra, “no le falta trabajo, de hecho, le cuesta encontrar a quien le ayude”. Sobre todo oficios, asegura Cristina, escasean en las zonas rurales. 

Cristina conoce bien el terreno en el que se mueve, "me conozco toda la comarca", dice. 

Landete y Cañete, con sus corresponsalías, han sido otros de los destinos por los que ha pasado desde que entró en la entidad hace 13 años. Antes de formar parte de la familia de Globalcaja, desempeñó otros trabajos, pero siempre de cara al público, “el trato con la gente me gusta mucho”, confiesa. Cristina ha sido bibliotecaria, y también estuvo empleada en una vivienda para mayores, después de haber pasado su infancia en el bar de la familia y, una vez que se casó, en el supermercado que regentaba la familia de quien fuera su esposo. En definitiva, siempre tratando con el público, "me gusta mucho estar con la gente", confiesa. 

Ese oro líquido, seña de identidad de Santa Cruz de Moya

Ahora, todo el rato libre que le deja su trabajo en la Oficina de Talayuelas, lo dedica a su pueblo. Sobre todo, cuenta, está muy implicada en la Cooperativa Serra Turia, porque en Santa Cruz de Moya el olivo es mucho más que un cultivo. “Tenemos olivos milenarios, en parcelas que están aterrazadas y conseguimos un aceite de gran calidad, si bien es cierto que apenas hay excedente y todo se queda en el autoconsumo, viene mucha gente que vive en Valencia y tiene aquí sus olivos. Ahora estamos tratando de abrir un canal para comercializar una parte de la producción, porque hace unos años hubo una especie de fiebre por el olivo y gracias a esas plantaciones ahora estamos consiguiendo una cosecha algo mayor”, nos cuenta Cristina. 

Hace un par de décadas se creó al Cooperativa Serra Turia, para propiciar el desarrollo agrícola y facilitar en su almazara la transformación de sus aceitunas, en su mayor parte de variedad manzanilla, que dan esa singularidad que tiene el aceite de Santa Cruz de Moya, de excelente calidad. 

Cristina dedica buena parte de su tiempo libre a echar una mano en esta cooperativa, que tiene poco más de 100 socios, y lo hace de forma altruista. Porque en Santa Cruz de Moya el olivo es una de las fuentes de subsistencia de la localidad. Aprovechando la vega del Turia, aquí las oliveras son de regadío, de ahí que exista una Comunidad de Regantes donde, como no podía ser de otra manera, también está implicada Cristina.

“Todo por ayudar a tu pueblo”, dice, la misma motivación que la llevó a ser concejala en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Moya, donde trata de aportar su granito de arena y lograr el desarrollo de este pueblo que, como bien nos confiesa, “lleva en las venas”.
 

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Mar, 24/01/2023

que preciosidad de pueblo y que gran labor